viernes, 18 de mayo de 2012

Oasis en medio del desierto

Reconocimiento a Blas Rubio García por la colaboración en el artículo de Pepa García en La Verdad del 18 de Mayo de 2012.

 La rambla de la Parra es un sorprendente oasis en medio de un territorio semiárido en el que anida la carraca, proliferan los anfibios y reptiles y la erosión esculpe minichimeneas de hada



Vergel entre lomos de elefante
Foto: G. Carrión
En un paisaje subdesértico -la cuenca de Abanilla-Fortuna es la que menos precipitaciones registra en la Región, con menos de 300 litros por metro cuadrado anuales, a lo que se suma una capacidad de evotranspiración de 1.000 litros por metro cuadrado-, sorprende al paseante un pequeño vergel en la rambla de la Parra, a la que curiosamente devolvió su caudal permanente una perforación realizada hace más de tres lustros en la cantera de la Casa de la Parra, que rompió el acuífero e hizo aflorar el curso subterráneo. Hoy tributario del río Chícamo, los expertos recomiendan que se amplíe su LIC para incluir el rico territorio de la rambla de la Parra. Lo cuenta Blas Rubio, veterano profesor, ahora en el IES Julián Andúgar de Santomera, y maestro vocacional que conoce las tierras aledañas a su municipio como la palma de su mano y no ahorra esfuerzos por transmitir todos sus valores a alumnos, conocidos e interesados.
Este oasis en medio del desierto se oculta a las curiosas miradas de los conductores y pasa desapercibido, pese a estar pegado a la carretera.
Una vez dejen el coche junto a la casa Cantarelgallo, deben continuar por el camino de tierra que asciende, en dirección Norte, hacia el nacimiento de la rambla de la Parra para seguirla en la misma dirección en la que discurre el agua, desde donde confluye con la rambla de la Artesica -que llega hasta Caprés-, junto al lecho. Ya el espectáculo geológico que ofrece la zona es insólito; en apenas un centenar de metros, se alternan en las laderas de la cárcava inicial los yesos iridiscentes y las arcillas abigarradas de hace entre 180 y 200 millones de años con las margas, arcillas y yesos procedentes de lo que fue el lecho marino, hace entre 40 y 60 millones de años, que conforman un paisaje lunar huérfano de vegetación y sobre los que el agua dibuja imposibles paisajes runiformes cuando va filtrándose: 'piping' o tubos de órgano, minichimeneas de hadas..., y lomos de elefante. Precisamente por la continua erosión a la que están sometidas estas tierras, se recomienda a los visitantes que no caminen bajo las paredes para evitar los posibles y continuos desprendimientos que se producen.
«Los barrancos de Abanilla son los únicos de la Región en los que la erosión da lugar a estas curiosas formas», anticipa al inicio de la ruta Rubio, refiriéndose a las raras minichimeneas de hadas y, en especial, a los lomos de elefante, sobre los que concluirá al atardecer el grato paseo.
Este recorrido circular de unos 8 kilómetros de longitud le permite, casi al iniciar el curso de la rambla de la Parra, ver uno de los hornos de yeso -a la izquierda- que se utilizaron antaño para sacar partido al mineral de la zona.
El pino carrasco domina este primer tramo, en donde todavía se puede ver algún 'pijolobo' en flor, la Arnica montana -usada tradicionalmente como analgésico y antiinflamatorio- luce todavía sus pétalos amarillos y las laderas van tornándose de color rosa por las flores de mayo (una variedad de Limonium muy usada en floristería y que hoy está protegida), además de tomillos, aneas, falsos espartos o albardines, espartos, escobillas, hinojos y, cómo no, las esbeltas palmeras, entre otras especies vegetales que crecen junto a bancales de almendros, olivos y frutales abandonados y algún que otro campo de cereales.
Durante el recorrido -con pequeños saltos incluidos- que discurre pegado al agua, podrá ver en el barro las huellas de los jabalíes, muy abundantes en la zona y que se alimentan de las turmas que crecen en las raíces de las jarillas de la zona, también habitan este árido espacio el gato montés, el tejón y la perdiz, además de distintas especies de ranas y culebras de agua que, si pasea poniendo atención en el curso de la rambla, verá sin problemas.
Deberá cruzar una y otra vez la rambla para realizar el itinerario por el terreno más amable, pero no perderá de vista en ningún momento su curso, aunque en algún tramo desaparece de la superficie de la tierra para volver a aflorar unos cientos de metros más adelante. En algún tramo, el terreno se hace pantanoso, es la zona de los criptohumedales. La sal de las tierras emergidas sale a la superficie en forma de cristales y también -solo en el primer tramo- podrá ver los yesos cristalizados en punta de flecha o simulando barreras coralinas. El terreno dará paso, tras la pequeña cascada, a los fondos marinos, donde puede observar sin esforzarse mucho cientos de fósiles. Y, más adelante, en uno de los pronunciados meandros que realiza la rambla, unas paredes sirven de nido a la carraca, Ave del Año 2012, con su exótico plumaje azul eléctrico, que llama poderosamente la atención, y otras aves como el abejaruco.
El itinerario le guiará bajo el puente con el que la A-7 salva la rambla y, más adelante, bajo el que se construyó hace más de un siglo para que la antigua carretera a Yecla superara el desnivel. Es en ese donde podrá observar, en los sillares de arenisca que componen los pilares, un enorme bivalvo fosilizado y un erizo de mar gigantesco que algún desalmado ha tratado de arrancar sin lograrlo. Pronto cambia el paisaje de forma drástica, el oasis da paso a los barrancos de Abanilla. Los enormes lomos de elefante se alzan ante sus ojos agrietados y sin rastro de vegetación. Hacia la derecha, tras cruzar por enésima vez la rambla, un camino le conduce hacia la carretera y de regreso al punto de inicio; sin embargo, les recomiendo que se suban al lomo de elefante que se encuentran al frente, desde lo alto, después de disfrutar de los colores del atardecer y la poética escena que brindan esas atalayas 'lunares' aparentemente desprovistas de vida, busquen en dirección Norte la carretera de Mahoya -camino de Campules- para regresar por la vieja carretera al Cantarelgallo y dar por finalizada esta maravillosa excursión.
Gracias Blas por tu sabiduría y dedicación.

2 comentarios:

  1. Esa ruta la hice con Blas. La verdad que es impresionante encontrarse el rio Chícamo con agua en medio de la zona desértica. Y los lomos de elefante son espectaculares.

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  2. Gracias, Carlos e Ismael. Dar a conocer nuestra comarca es una obligación de todos los murcianos. Quedáis invitados todos los socios del club, amigos, etc. a una excursión por la zona cuando queráis.
    (Carlos, no es el río Chícamo, es un afluente suyo: la rambla de la Parra, que desemboca en el Chícamo en el paraje de La Jaira y para la que solicito que entre en el LIC del ciatdo río lo antes posible, pues su abancalamiento y la moda de los descensos en bicicleta pueden acabar con este paraje tan desconocido como bello. Un abrazo.

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